El domingo 7 de septiembre de 2010, el Papa Benedicto XVI, Joseph Ratzinger, ofició una misa dedicada bajo el baldaquino de la Sagrada Familia, en la que designó como basílica menor al templo diseñado por Gaudí. Tras entrar por la puerta del Padrenuestro, el Papa paró en seco la procesión al quedarse totalmente asombrado por la dimensión, la armonía y los juegos de luces del interior del templo.
Y fue tras esto, cuando procedió todo el desfile de diáconos, acólitos, sacerdotes, obispos y cardenales, hasta que se ubicó totalmente maravillado junto al altar mayor, bajo el baldaquino, donde pende un Jesús crucificado, obra del escultor Francesc Fajula.
El Baldaquino de la Sagrada Familia
Más de una vez se le oyó decir a Gaudí: «Qué bonito es que el altar esté debajo de una parra». Y es que la palabra «baldaquino» hace referencia a la ciudad de Baldac, actual Bagdad, en donde tradicionalmente, se situaba un dosel sobre el trono de los reyes confeccionado a base de ricos tejidos de seda. Y esta tradición fue recuperada por la iglesia cristiana para honrar y enaltecer el altar de sus iglesias más importantes.
El baldaquino de la Sagrada Familia se sitúa sobre el altar mayor y es un heptágono hecho a base de metal dorado de 5 m de diámetro. De él, cuelgan racimos de uva hechos en vidrio, hojas de parra realizadas en cobre y espigas hechas en madera blanca, barnizadas con clavos y con cobre. Sus laterales están forrados de pergamino y cubiertos de tapiz, con un recubrimiento en su conjunto de pan de oro de 22 quilates. Sobre él, cuelga una de las cuatro esculturas que podemos encontrar en el interior del templo: El Cristo del Baldaquino.
Su perímetro está realizado a través de una estructura metálica que aporta el grosor necesario para poder contener un sistema de iluminación, donde pueden leerse varias inscripciones, gracias a que está forrada por un pergamino translúcido.
Por encima, sobresalen unas espigas de trigo simbolizando el pan de la eucaristía y por debajo, encontraremos racimos de uvas y hojas de parra intercaladas. Los racimos están hechos a base de vidrio inmolado de tres colores diferentes: negros, blancos y dorados, representando el vino de la eucaristía.
Si nos estás leyendo mientras contemplas el baldaquino de la Sagrada Familia, y te desplazas por el deambulatorio del ábside, podrás leer toda la plegaria de la gloria. Está escrita con letras rojas iluminadas y su caligrafía era típica de Gaudí, homenaje que le realizó el arquitecto director de las obras Jordi Bonet a su maestro.
Todo el baldaquino se encuentra sujeto por las columnas realizadas con basalto que están alineadas con el altar mayor. Estas están dedicadas a los apóstoles San Pedro y San Pablo, tal y como puede observarse en las argollas ubicadas en su base.
El baldaquino de la Sagrada Familia no fue el primero diseñado por Gaudí. Se inspiró en el diseño realizado para la catedral de Palma de Mallorca, obra que tuvo que abandonar, como otras, para dedicarse por completo a la Sagrada Familia.
El baldaquino y el Espíritu Santo
Si nos fijamos detenidamente, el baldaquino está situado entre un Cristo crucificado y una bóveda donde está representado el Padre eterno. Con esto, Gaudí quiso reflejar al baldaquino en el Espíritu Santo, completando de esta forma, la Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Y esta es la razón del diseño heptagonal del elemento. En él, pueden observarse los siete dones del Espíritu Santo: inteligencia, sabiduría, fortaleza, consejo, piedad, temor de Dios y ciencia. El centro del polígono, se encuentra ligeramente elevado con respecto a los lados perimetrales y apunta hacia el centro del crucero. En ese vértice central puede leerse la inscripción «INRI», tal y como quedaba reflejada en la cruz donde fue crucificado Jesucristo.
Otro de los guiños de Gaudí con respecto al baldaquino y al Espíritu Santo, lo encontramos en las lámparas que cuelgan de él. Colgando de cada lado hay siete lámparas, que si la sumamos a la central, hacen un total de 50, que son los días que dura la Pascua. Pentecostés, tiene la traducción literal de «50 días» e implica la venida del Espíritu Santo, tradición que viene de los tiempos de Moisés cuando recibió las Tablas de la Ley en el monte Sinaí.
El baldaquino en la Sagrada Familia y su altar mayor se encuentran situados presidiendo toda la perspectiva que se obtiene entrando por la puerta principal de la basílica: La Puerta de la Gloria. Al mismo tiempo y desde el mismo punto de entrada a la basílica, pueden observarse también las esculturas de la Virgen María y de San José. De esta manera, todo el que entre al templo puede disfrutar de la Sagrada Familia de un solo vistazo. Con el baldaquino presidiendo el altar mayor, Gaudí dejó muy claro el lugar de honor del Espíritu Santo en el interior del templo.